Marbella Díaz Wever
Después de cruzar el Ecuador de nuestras vidas, la mayoría de los hombres y mujeres inclinan su vida hacia dos tendencias reactivas, por un lado desafiar con valor la aproximación a la tercera edad, luchando por mantener entusiasmo ante la vida o rendirse a los años y arrodillarse a ellos.
Muchos al llegar a los 50 años respiran hondo, medio cupón, eso es otro cantar, y es que mirar ese número de velas en una torta es como una puñalada al ego, no por los amores que se han muerto sino el colágeno que se ha perdido.
Unos quieren apagar las velas a punta de abanico otros prefieren llamar a los bomberos.
Pero, ¿cuál es la verdadera edad?, la respuesta es muy sencilla, la edad es mental más que cronológica.
El cuerpo envejece gradualmente, el cabello se puede tornar blanco a temprana o mediana edad, otras veces por razones de herencia aparece la calvicie, las arterias se endurecen, la presbicia hace su debut, los músculos pierden fuerza y flexibilidad, la piel se arruga y la lozanía se esfuma.
Lo cierto es que los años son artificios que fabrican los calendarios.
Si el espíritu permanece joven no hay que contar los años sino los buenos momentos y experiencias vividas a plenitud.
Cuando se tiene 18 u 80 años se puede cantar con la misma alegría el cumpleaños, la diferencia estriba en el sentido que se tenga ante la vida.
Cada persona crea su propia edad, se puede ser joven y envejecer o se puede envejecer sintiéndose joven.
Sólo el individuo favorecido por la calidad de sus pensamientos logrará escapar de las embarazosas enfermedades que entorpecen el sano proceso psicológico y evolutivo.
Algunas féminas al llegar a los 50 comienzan a quitarse la edad y a preguntarle rigurosamente al espejito: ¿quién es la más bonita?. Si el espejito respondiera quizás le diría llevas 50 años preguntándome lo mismo.
La palabra CINCUENTA comienza hacer ruido y el volumen se comienza a bajar con otras palabras muy de moda: mascarillas, botox, lifting, plasma gel, plasma rico en plaquetas, en fin un sinfín de adjetivos que proporcionen melodiosa juventud física.
Algunos hombres al llegar al medio cupón disimulan su aceptación, con aguas termales, baños turcos, masajes o caminatas diarias.
Ambos géneros casi siempre a lo largo de la vida descuidan su crecimiento espiritual y paz mental hasta que caen en cuenta que llegaron los 50.
Cuando de años se trata, la mayoría teme enfrentarse a sus edades.
El ser humano nunca se convertirá en “viejo espiritual”, si día a día recoge la cosecha de su vida, si se mantiene activo buscando nuevos intereses e ideas renovadoras que oxigenen su apetito intelectual y personal, y si la chispa del amor permanece en su corazón.
El otoño es la estación del cambio, pero la naturaleza es sabia, por ello, todo se transforma para bien, así es como de los botones de las rosas nacen nuevas flores.
La Edad Media u Otoñal debe considerarse como la etapa de los años crepusculares, donde converge el raciocinio de un niño interior que sigue vivo con la madurez emocional de un sabio maestro.
Fe en Dios, crecer en juicio, sentido del humor, actitud positiva, alta autoestima, alimentación balanceada, congruencia, aceptación y asertividad, amor al prójimo y agradecimiento te ayudarán a VIVIR en lugar de EXISTIR simplemente.
Marbella Díaz Wever
Licda. Educación – Orientación