Mientras su barco navega por las apacibles aguas de la espectacular bahía de Kotor, bordeada de montañas, Ivan Gvido Krivokapic disfruta de la tranquilidad que se respira en el lugar, un verdadero imán para los turistas desde hace años.
AFP
Pero esta tranquilidad, consecuencia de la pandemia de coronavirus, no deja de ser ilusoria, pues encierra también los temores por el futuro económico de Montenegro, un país que depende en gran medida del turismo.
Este año, los turistas tendrán “una ocasión como nunca de descubrir una bahía vacía [de tráfico] y de ver toda la belleza de nuestra ciudad”, afirma Krivokapic con nostalgia, enseñando la ciudad de Kotor, situada en el límite entre los montes y las aguas azules del mar Adriático.
Los gigantescos cruceros, que se hicieron muy habituales en los últimos años en el puerto de Kotor, están ausentes, así como las mareas de turistas que inundaban las pintorescas calles de la ciudad.
Un panorama nada tranquilizador, pues el miedo a las consecuencias que esto pueda tener en la economía pesa en los electores, que tienen una cita en las urnas para las legislativas el próximo domingo.
“La gente aprecia la paz pero no está feliz, la situación económica es grave”, declara Branko Radulovic, que alquila apartamentos en la ciudad, inscrita en la lista de patrimonio mundial de la Unesco.
“Ahora somos conscientes de nuestra dependencia de esta marabunta estival”, afirma.
El turismo representa un cuarto del PIB nacional en época normal y da trabajo a casi el 20% de la mano de obra montenegrina.
Los economistas recuerdan que la pandemia puso de manifiesto “el peligro de poner todos los huevos en la misma cesta” de la economía nacional, cuyo segundo pilar es la agricultura (50% del PIB).
Este verano están llegando al país un 90% menos de turistas que el año pasado, según la oficina nacional de turismo.
Los gastos, en julio y en agosto, son un 92% más bajos, una tendencia que sin duda tendrá repercusiones en toda la economía.
Según el Fondo Monetario Internacional (FMI), Montenegro se encamina hacia la peor contracción de su economía, de casi el 9%, desde su independencia en 2006.
– Repunte de contagios –
El partido DPS, que lleva 30 años en el poder y al que pertenece el presidente Milo Djukanovic, espera que esta incertidumbre económica incite a los electores a jugar la carta de la continuidad en los comicios del domingo, para poder mantenerse en el poder.
“Los ciudadanos podrían votar con la idea de preservar el statu quo y temiendo por sus empleos”, consideró el analista Zoran Rdulovic.
Pero la oposición, crítica con la gestión gubernamental de la pandemia, también podría salir beneficiada de los miedos que despierta el futuro.
Hace tan solo unos meses, Montenegro se declaraba primer Estado de Europa “sin corona”, tras un periodo de varias semanas sin nuevos casos de infección.
Pero desde julio, el número de contagios ha aumentado sensiblemente, hasta superar los 4.300 casos, en una población que ronda los 620.000 habitantes.
En un intento de salvar una temporada turística comprometida, el gobierno abrió sus fronteras recientemente a los ciudadanos de Serbia y Rusia, el grueso de sus visitantes.
– “Demasiadas vacaciones” –
“Es fantástico no tener atascos, llegar rápidamente al trabajo, pero el precio es demasiado alto”, declara Danica Kazanegra Gregovic, propietaria de una agencia de turismo local en Budva, el principal destino vacacional de la costa montenegrina.
El año pasado su agencia, a través de la compañía de viajes TUI, hizo llegar a 72.000 turistas a Montenegro, sobre todo de Europa occidental, los países escandinavos y Rusia.
Este año, fueron 300.
En el aeropuerto de la ciudad costera de Tivat, aterrizan dos aviones cada día, mientras que el año pasado lo hacían 50.
“Estamos al nivel de una catástrofe”, lamenta Dejan Radjenovic, que trabaja en el restaurante de su familia, en la costa.
Stefan Petrovic, de 29 años, que gestiona un restaurante en Kotor, constata que los jóvenes tienen que enfrentar un alto nivel de desempleo, de más del 18%, y salarios medios de 500 euros (unos 590 dólares).
“Los jóvenes quieren trabajar, ganarse la vida […] hay demasiadas vacaciones”, declaró a la AFP.