Ricardo Sosa
Hoy como nunca antes, imbuidos en una introspección obligatoria de rodillas ante una diminuta partícula viviente que ha logrado aislarnos del mundo exterior conocido y sumergidos queriendo o no en nuestro entorno íntimo familiar o no, nos contrasta frontalmente con aquello que quizás nos causa el mayor de los miedos, eso es nuestro mundo interior, siendo esta quizás la primera vez en nuestro diario devenir en la cual tenemos esta única oportunidad, sin excusas aparte del hastío ocasionado por el encierro.
Cabría entonces la pregunta, ¿hastío?, ¿de qué?, ¿de la familia?, ¿del sitio donde vivo?, o más bien ¿de mi?, porque lo que siento y veo adentro poco me gusta, porque me separa de la cotidianidad rutinaria donde cómodamente he permanecido todo este tiempo, ahora en este momento de contrastes, evaluaciones e interrogantes, el único posible es conmigo, como un espejo que devuelve el antagónico idéntico de mi.
El tiempo se ha detenido, la vorágine citadina duerme, la tierra baja su frecuencia vibratoria, las calles respiran sin los pasos de sus transeúntes ausentes, el viento solo acaricia los árboles, el sol calienta las casas, la luna refresca los hogares y entonces la oruga se presenta diminuta, con su lento caminar, así nosotros, sin el ajetreo, ya innecesario es salir, ya los minutos para estar listos, abrir la puerta y colarnos en la carrera cotidiana son inexistentes, por lo tanto, tan pronto abrimos los ojos y cobramos consciencia de nuestro cuerpo y del día que se muestra, estamos listos, nada nos espera afuera.
Como la oruga en su lento aunque continuo, preciso y tenaz caminar, se dirige hacia su propósito, lo sabe, lo acepta, lo atesora, lo siente y lo busca, si, sabe que debe buscar el lugar adecuado para cuando llegue su momento, el mayúsculo, el inevitable y sublime momento de transformarse, por ello escoge cuidadosamente sus pasos, define su dirección, con sobrada paciencia y determinación profunda como un honorable caballero de tiempos pasados en busca de la gloria.
El lugar, alejado y escondido en la rama de algún árbol que le permita sin perturbación alguna pararse en el, tomar el descanso relajado al saberse en el momento cumbre de su existencia, tiene que dejar de ser quien ha sido durante su transcurso vital, ahora es tiempo de mirarse, sentirse, aislarse y entonces envolverse en sí misma, construyendo su crisálida, la cual también le lleva su tiempo, esa capa protectora que finalmente la aparta por completo del mundo físico, se cubre de su delgada e igualmente capa de tela siendo ella, la oruga, su propia arquitecta, allí ya el proceso hacia lo nuevo ha dado inicio.
La metamorfosis inicia con el reconocimiento de quien soy, entendiendo el metaconocimiento como el conocimiento sobre lo que sé que sé, digamos la competencia consciente y sobre ello tengo dominio y ahora sabiendo lo que sabemos, entramos en el cambio de la forma, es decir, entramos en lo desconocido, en aquello de lo cual ninguna idea preconcebida tenemos y por tanto la última forma de un nuevo ser.
Así como la oruga, toda vez cubierta de sí misma, ese ser que caminaba lento aunque continuo, cuya habilidad para volar era absolutamente imposible, al reconocerse decidió cambiar, porque su pasión era volar. Por esa pasión decidió cambiar, dejar de ser quien era, para verse en un nuevo ser volador. Durante ese período de aislamiento, se retorció en sí misma, seguramente con algo de dolor, semejante transformación física en principio causa, el dolor gustoso de sentir el cuerpo está viviendo el cambio interior y cuando el dolor pasa, como en el caso de los deportistas, el músculo ha crecido, se ha regenerado y ahora renovado está listo para un mayor y nuevo esfuerzo, es decir, está listo para una nueva experiencia.
La oruga calladamente en su interior comienza a formar alas, cambia su color y desarrolla antenas que antes no tenía, entiende ese nuevo ser y, requiere prepararse para su nuevo devenir, por lo tanto cuando sabe sintiéndose plena, sus alas, sus antenas, sus nuevos colores y su nuevo cuerpo están listos; inicia la lucha interior de aceptarse transformada, con un nuevo cuerpo, con nuevas habilidades, por ello comienza a moverse con fuerza dentro de su crisálida que antes la protegía y ahora la detiene, porque este nuevo ser ahora tiene la tarea de romper la capa que se construyó para protegerse y aislarse, es tiempo de salir al mundo exterior para mostrarse y vivir, por ello lucha con todas sus fuerzas para romper su capa y mientras lo hace, cada movimiento, cada golpe, cada intento van fortaleciendo más y más sus alas, entiende además que ésta lucha necesaria es para hacerse invencible y poder volar, en caso contrario si flaquea, sus alas débiles aún logrando romper su crisálida le impedirán volar, por ello cada día mueve con más y más fuerza sus alas, haciéndolas chocar con pasión las paredes internas que la detienen.
Así nosotros en este tiempo perfecto, en nuestra crisálida tenemos la oportunidad de transformarnos, en nuevos seres, más preparados para lo desconocido, donde yace la fuente inagotable de las posibilidades que llegan de maneras y formas absolutamente inesperadas cuando listos estamos para ello, para recibir, porque hemos dado todo cuanto somos; recuerda lo que damos, eso recibimos, por tanto si damos amor con total certeza amor recibiremos de formas inverosímiles.
Un buen día la oruga, en uno de sus miles intentos, con sus alas como aceros blandiendo el tejido de manera inesperada rompieron el aislamiento, fue inmensamente mayor su pasión por volar, ante ello, todo el capullo se rindió, sus alas por vez primera se desplegaron, sintieron la suave brisa, el cálido sol, sus antenas percibieron los colores de la naturaleza, la textura de las hojas, el dulce néctar de las flores, el piso, el lento caminar y la incapacidad para volar habían quedado atrás, así regaló sus nuevos colores al mundo, colores refulgentes de luz, en tonalidades múltiples según eran iluminadas por el resplandeciente sol que la recibía, voló libremente alrededor, se posó en todo cuanto quiso, amó su nueva forma, su nuevo ser y entendió que todo lo anterior fue necesario para convertirse en esta mariposa fabulosa, colorida y libre para volar, sus limitaciones todas habían desaparecido, ahora volaba, la alquimia se había producido, se había transformado desde dentro.
Este tiempo perfecto en el interior de nuestras almas, contenidas en nuestros cuerpos aislados por protección ante el diminuto invasor invisible, como la oruga hemos entendido nuestro momento, el momento universal de la humanidad toda, rendida ante sí misma, ¿está hecha mi tarea?, me he detenido, me he preguntado, me he conseguido, he desplegado mis alas, he transformado mi pensamiento, he transformado mi ser, he decidido cambiar, mejorar, vivir diferente, todas estas frases, las dejo como reflexiones posibles en este nuevo tiempo, donde las excusas del exterior también han dejado de existir, soy yo conmigo mismo, puedo desistir o luchar con propósito para ser el nuevo y/o mejorado ser que quiero ser.
Cuando salga ¿quiero volar y mostrar nuevos colores?, o ¿quiero mostrar las limitaciones que otrora la oruga sabía tenía?, puedo decidir, actuar y sentir diferente, eso solo depende de mí y de ti, lo demás es de Dios, del universo, del quantum, el nombre se lo das tu, la certeza existe en el inesperado eterno instante presente, cuando lo desconocido se asoma para sorprendernos.
Mientras escribía esto para todos ustedes mis lectores apreciados, que me honran con sus ojos sobre estas letras, escuchaba Sting, dos temas apropiados para la ocasión y espero los disfruten tanto como yo, Message in bottle yo les envío este mensaje, y con It´s Probably Me pues la pregunta sería válida ¿quién soy?
Como siempre, en la pasión que llena mi alma al escribir, espero yo haber llegado a ti de una forma inesperada y sorprendido hayas sido en el súbito amor que une al mundo.
Yo Soy RicoS